9788491651093 by Carlos Ros

9788491651093 by Carlos Ros

autor:Carlos Ros
La lengua: cat, spa
Format: epub
publicado: 2018-02-07T13:13:59+00:00


Estoy aquí para siempre

Días después de la peregrinación a Roma, Teresa escribe al obispo, monseñor Hugonin:

– Me dirijo a Su Excelencia para suplicarle tenga a bien darme la contestación que desde hace tanto tiempo deseo. Monseñor, lo espero todo de su paternal bondad. Sí, creo que Jesús quiere realizar por medio de Usted su promesa...

Teresa ha gastado varios borradores antes de dar con la carta definitiva que enviará el 16 de diciembre.

Llegó la Navidad y no hubo respuesta. Esa noche fue 'de extraordinaria aflicción' para Teresa. Pero, al mismo tiempo, se sentía contenta de estrenar un sombrero azul, adornado con una paloma blanca.

La alegría llegó el día de año nuevo. La madre Gonzaga recibe carta de monseñor Hugonin, fechada el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, autorizándola a recibir a Teresa en el Carmelo.

Un día después, 2 de enero, Teresa cumple 15 años. Pero en el convento, empezando por su hermana Inés de Jesús, no quieren que entre antes de Pascua para evitarle la dura cuaresma de penitencia que se observa en el Carmelo. Serán, así, tres hermanas en el mismo convento.

El 6 de enero, Leonia sale de la Visitación de Caen. Su segundo ensayo de vida religiosa ha durado seis meses. Luis Martin fue a recoger a su hija y la abrazó con efusiva alegría.

Y llegó por fin el día tan suspirado por Teresa. El 9 de abril, lunes, día de la Anunciación, fiesta trasladada al lunes de Quasimodo, Teresa ingresa en el Carmelo. A sus quince años y tres meses, vestida con un traje azul y acompañada de su padre y de sus hermanas Leonia y Celina, llega a las puertas del Carmelo. Las otras dos hermanas, María y Paulina, con el velo sobre el rostro, se hallan en el interior de la clausura. El señor Delatroëtte tiene que poner su nota agridulce:

– ¡Pues bien, mis reverendas madres, podéis cantar un tedéum! Como delegado del señor obispo, os presento a esta niña de quince años, que habéis querido que entrase; espero que no defraude vuestras esperanzas, pero os advierto que, si eso ocurre, cargaréis solas con la responsabilidad.

Toda la comunidad quedó sorprendida con estas palabras. Pero Teresa está firme de ánimo. Se arrodilló ante su padre para recibir su bendición, pero Luis Martin se arrodilló también delante de su hija. Teresa, tan propensa a las lágrimas, no derramó ninguna, pero el corazón le palpitaba con violencia. Después, atravesó la puerta reglar, que se cerró tras de ella.

Le enseñaron su pequeña celda –una cama, un taburete, un escritorio, una palangana, una jarra, una pequeña lámpara de gas– y allí, con expresión de felicidad, dijo a su hermana Inés de Jesús:

– ¡Ahora, estoy aquí para siempre!

Luis Martin volvió a los Buissonnets con Leonia y Celina. Al día siguiente, 10 de abril, escribe a sus amigos de Alençon:

– Queridísimos amigos: ¡Teresa, mi reinecita, entró ayer en el Carmelo...! Solo Dios puede exigir tal sacrificio... No me tengáis lástima, pues mi corazón rebosa de alegría.



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